domingo, 16 de octubre de 2011

El lobo (cuento)

Murió el perro de la abuelita - dice desconsolado Franco - Era tan precioso ese perro... ¡Como lo amábamos entre todos cuando veníamos a la casa de la ita!.... y así el joven, de la mayor pena, pasa a una felicidad tremenda, recordando viejos tiempos cuando jugaba con el animal.
Recuerda cuando bebé se le tiraba encima y el perro no le hacía nada, sólo se corría, y él, como el juego más inocente, lo seguía, como si el perro ese entendiera sus diabluras. Aquel perro era especial, era uno de esos perros siberianos, parecidos a un lobo blanco, con sus ojos celestes, y con su cara desafiante, nadie se le acercaba, excepto por los niños, que tan pequeños que son, no se imaginan lo peligroso que es estar frente a esos perros.
El can en sí, era inofensivo, por muy bruto que a veces solía ser cuando veía a otros perros marcando su territorio por donde estaba, con los niños era distinto, los pequeños eran sus cachorritos, por un momento se olvidaban de la abuela y se convertían en lobeznos, a la orden del papá-perro.
Así pensaba Franco - ¡Como lo queríamos! E-.... y se corta su voz, algo se le vino a la mente de la nada - Todos lo queríamos, excepto el Lorenzo - su hermano menor. -El lolo no lo quería, le tenía un terror tremendo al duque - ese era el nombre del fallecido. Lorenzo tiene un trauma con ese animal, a diferencia de sus hermanos y primos, a él una vez lo atacó, estaba el niño solo, se le acercaba la bestia como si se tratara de la inminente muerte, ¡Que cosas pasaban por esa cabecita! El perro, escupiendo odio y soltando un aire fétido y mojado por las narices, se le abalanzaba de lejos, asustando cada vez más con sus sucios dientes y con esas garras tan grandes. El niño no podía hacer nada, hasta respirar le costaba, tenía ganas de todo, de correr, de llorar, de gritar, ¡De salir de ahí como pudiese! Pero el miedo.... el miedo, el maldito miedo, ese que te esposa y no te deja tranquilo, esa sensación que hace que siempre estés alerta de todo, paranoicamente, esa mano que te apreta entre el corazón y la garganta.... y tenía apenas 5 años, si era casi un bebe. Por eso no viene, desde que casi lo atacó el Duque, nunca viene con nosotros. No viene a ver a la abuela, no sale con nosotros, de hecho cambio tanto mi hermanito - Dice suspirando una de sus hermanas, mirando a Franco - Si, al Lolo es al único que intento atacar el Duque - Dice Franco, recordando lúcidamente cada escena - Me acuerdo como lo miraba el Duque, hasta que lo dejó tranquilo, Me i- Y su hermana lo interrumpe de golpe - ¡Como que te acuerdas! - Dice alterada -! El lolo estaba solito con el Duque! Tu viniste a avisarnos apenas lo encontraste temblando de miedo, así nos dijiste Franco - Dice, ya calmada - Hermana, tranquilízate, estamos todos bien, eso ya paso, ahora estamos todos bien - Tratando de apaciguarla - No estamos bien, tú lo sabes, al Lolito le cambió la vida eso, no sale con sus amigos cuando lo invitan en la noche, y anda leyendo y escuchando esas tonteras que se le metieron a la cabeza - Reprochándole a Franco - Tú y tus cuentos, mujer - Burlándose de ella dice su hermano - Ahora vas a empezar a hablar eso de la muerte de los perros en la casa, ¿O no? - dice, como queriéndole responder a sus reproches - ¡No son cuentos! - Grita la hermana - Es verdad, de un momento a otro, se empezaron a morir de a uno los perros de la casa, y así, el perro de mi pololo, los perros de tus amigos, y a veces veía como algunos perros, cuidando la casa de los vecinos, le ladraban al Lolo, y después amanecían sin vida - Te repito - Decía otra vez Franco - son cuentos tuyos, los animales se tienen que morir alguna vez, no son eternos, nosotros tampoco, y se pueden morir de muchas formas, los pueden haber envenenado, o en el mejor de los casos les llegó la hora, así nos va a tocar a todos - Termina de hablar Franco. Eres un insensible - dice su hermana, apretando los dientes - Ni siquiera me tratas por mi nombre - Otra vez reprochándole al hermano - Ya, sabes, vámonos, ya vinimos a lo que nos pidió la mamá, despídete de la ita y vámonos a casa.

En la camioneta, suena el celular y contesta ella - ¿Sofía? - Pregunta una voz fina - ¿Mamita? ¿Cómo está? Ya vamos llegando a la casa - Ah que bueno, oiga ¿Y cómo estaba la mamá por lo del Duque? - Con pena, era la compañía que le quedaba, pero bueno, en la semana le compro un perrito, claro que con lo viejita que esta... - ¿Y el Lolo hija, cómo está? - Escucha completamente helada Sofía - ¿Aló, hija? - Mamá, no llevamos al Lolo - ¿Cómo? pe- pero ¿Y dónde está? Dios Santísimo, pero si yo lo vi subirse atrás, por eso los llamaba, decía yo, no iba a ser cosa que se fuera todo el camino en esa cochinada de atrás. Mi niña, el Lorenzo se fue atrás, véalo por favor, que tengo el alma en un hilo - Y corta. ¿Qué onda la Mamá? Pregunta extrañado Franco - ¡Franco, el Lorenzo estuvo todo el día en la camioneta! ¡Para por favor! Apenas acabó de decirlo, freno en seco, se sacaron los cinturones, y corrieron atrás a ver, corriendo la lona del vehículo. - ¡No está! - Dijeron sincronizados. - Ya, métete y vámonos, está oscuro y no podemos buscar nada, vamos, súbete - Y suben, decepcionados por no poder hacer nada. Prendiendo el motor, empieza a avanzar, y brutalmente los golpean al lado del conductor, quedando perplejos - Un perro nos chocó, pero se fue corriendo hacia los matorrales, sin ladrar ni nada - Dice asustado Franco - ¡Mira! es donde El Lolo dijo que lo atacó el Duque - Exclama sorprendidísima Sofía - A lo mejor está mi hermano allá - Y dice su hermano enojado - ¡Estás loca! que va a estar haciendo el Lorenzo solo ahí - Y lo mira fijamente su hermana - No sé tú, yo - temblando un poco, con la voz débil - Lo voy a ver - Y sale sin que Franco lo alcance a detener. Saca una linterna de atrás y se va corriendo a ver quién está escondido en la inmensidad de la noche. Franco se baja y ve la abolladura - ¡Sofía! - Grita como un loco - ¡Devuélvete! ¡Mira lo que le hicieron a la camioneta! - y se veía una tremenda marca, algo muchísimo más grande como para ser un perro.... Petrificados, se miraron como si estuvieran viéndose en un muro blanco, fijos, sintieron esa terrible sensación de no estar solos, de estar inseguros por sus vidas y por todo que los rodea, ese sentimiento ahogado, esas palpitaciones dentro de la cabeza, esa congelación del cuerpo, esas ganas terribles de desaparecer del mundo de un segundo a otro. Desde la oscuridad de los árboles enlutados de noche, se escucha un aullido grueso y largo, de una voz profunda, y muy horrible - ¡Eso no es un animal! - Grita Sofía, llorando por el terror en que está sumergida -¡Mira ahí está! -Indicando una forma difícil de describir por la poca visibilidad - ¡Si hasta se para en dos patas! ¡Y mira para acá! P- ¡Es el Lolo! - Dando un tremendo grito de liberación - ¡¡¡Que!!! - Dice hundido en la duda Franco - ¡No vayas para allá, puede ser cualquier cosa! - Pero es inútil, su hermana corre tras la figura bípeda alegre de ver a su hermano, según ella. El corre a toda velocidad, pensando en salvar la vida de su hermana, siguiendo el paso de la linterna que lleva ella, hasta que dan con aquella forma, que en efecto, era su hermano menor, pero algo no calzaba, el hermanito estaba con una cara inmóvil, sus ojos eran planos, y brillaban con la luna, el pelo de la cabeza y de los brazos estaba erizado como si de un perro con rabia se tratase, sus manos estaban empuñadas y apretaba los dientes como si los tuviera pegados. Aquí te quería - Dice Lorenzo, con una voz gutural y terrible - Espero te acuerdes donde estamos ahora - A lo cual le responde su hermano mayor - Aquí es donde te encontré cuando arrancabas - ¡Arrancaba! - Grito fuertemente Lorenzo - ¡Tú me trajiste aquí! ¡Tú me tiraste al Duque para que me atacara! - Un silencio total se sintió en todo alrededor, como si el pasto supiera lo que pasaba - ¿Si? - Preguntaba desafiante Franco - ¿Y para que querría hacer eso? Estás asustado aún, vámonos, la Mamá está preocupada - Y con un tono burlesco, le rezongaba Lorenzo - ¿Crees saberlo todo? Pues te voy a decir una última cosa - ¿Una última cosa? Se preguntaron Sofía y Franco en sus mentes, presas de tal violenta escena - Sé que tú crees sentirte mejor que todos, te crees que eres dueño de la verdad y crees decidir quién debe estar y quien no - Los hermanos estaban muy confundidos por las palabras de su descontrolado hermano - Ahora, dile a la Sofí que tu mataste al perro de su pololo - La cara de Franco quiso irse adentro de sí - Y así sigue con todos los perros de la casa - De pronto, Lorenzo empieza a tiritar y a hablar más rápido - Nos manipulaste, nos hiciste pensar que no pasaba nada, mientras por dentro estabas lleno de ira, me di cuenta en la cara de todos esos perros muertos, en especial en la cara de Duque hoy, de cómo le pegaste esa vez, por creerte superior a él, y de hacerlo enojar conmigo, mandándolo a atacarme, pero el perro es un ser muy noble, por lo menos más noble que Tú, y no me atacó porque sabía quién era el culpable de su ira. Todo este tiempo he estudiado a los animales, especialmente a los lobos, a los seres que se hacen llamar licántropos, y soy otro ser, algo que jamás te imaginaste, he despertado mi instinto animal - Con tal sermón, estaban estupefactos ambos hermanos, creían haber escuchado suficiente, pero aún no terminaba Lorenzo - Y se preguntaran porque les habré dicho 'una última cosa', es por esto, hermano - Y diciendo eso, Lorenzo se estiro al suelo poniendo sus manos sobre el pasto y dobló los pies para tener sus cuatro extremidades de la misma altura. Su cara era maldad pura y por todo el miedo causado en esa tétrica noche, los hermanos vieron como la boca se volvía cónica, y como la piel se le ponía oscura, y los dientes eran como dagas asesinas, atados por el miedo vieron como su hermano se transformaba en un ser indomable, ya no sabían si divagaban o veían sus peores pesadillas. Y entre toda esa increíble transformación el animal saltó sobre Franco y fue directo al cuello, estaba encima dándole un mordisco que fue fulminante. ¡Mato a su hermano! Y la bestia, bajando del cadáver, miró a su hermana, y caminando lentamente se acercó a ella - Este es mi fin, este es mi fin, este es mi fin - pensaba Sofía, cuando aquella aberración tocó con su lomo la pierna de su hermana, mostrando una cara seria y luego de ternura, como su Duque, y acurrucándose en sus pies, se acostó al lado de su hermana, la que, completamente desorientada, empezó a hacerle cariño.

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